ALBERTINA LA CHISMOCIENTA
Había una joven llamada Albertina, ella era tan pero tan chismosa que en el barrio la llamaban la chismocienta ya que era conventillera y al igual que la cenicienta vivía junto a sus hermanastras y su malvada madrastra.
Era blanca como la leche, gordita y petisa. Se la pasaba todo el día de casa en casa llevando y trayendo información sin pensar que eso le traería tantos problemas.
Su malvada familia se encargo de hacerle saber a toda la gente del barrio su técnica para sacarle palabras y encima metieron sisaña diciendo que ella se reía de los problemas que causaba entre ellos gracias a sus chismes. Así que las personas de allí decidieron no abrir más sus puertas ni sus bocas frente a ella.
La chismocienta se dio cuenta de esto y andaba muy triste y desolada, casi loca. Salía en busca de chismes por todos lados con su amiga la "Pata" pero nadie estaba disponible para ellas.
Se volvió completamente loca necesitaba alguien que le cuente algo aunque sea una estupidez, conversaba con los arboles, semáforos y animales pero ninguno le respondía nada.
Hasta que un día conoció a un hombre que si le hablo! pero lastima mente el no sabia ningún chisme. Él le hablaba de deportes, de cuentos, poesías, canciones pero de chismes nada de nada.
Este joven se daba cuenta que nada de lo que el decía la conformaba así que decidió inventar chismes para Albertina, ella los escuchaba fascinada.
Ahora le tocaba salir a divulgarlos pero la gente obviamente no quería ni hablarle ni escucharla, Albertina y la pata se dieron cuenta de el daño que causaban en el barrio y fueron a pedir disculpas sin saber que estos vecinos las sacarían de sus casas insultándolas.
Ellas se fueron muy tristes, caminaron por las calles de Retiro y Recoleta pensando si era tan grave lo que hacían como para que le hicieran eso.
Como no encontraban ninguna respuesta a sus preguntas decidieron marcharse hacia nuevos rumbos en busca de nuevos y hermosos chismes.
Hasta que un día iban caminando por la avenida 9 de Julio y se encontraron con uno de esos malos vecinos y trataron de esquivarlo por miedo a que este las insultaran como aquel día. Este hombre las persiguió y les dijo que el vecindario no era el mismo sin ellas que estaba aburrido y que la gente estaba muy arrepentida de lo que le hicieron.
Muy felices Albertina y la pata volvieron a su adorado barrio a contar y a que le cuenten nuevos chismes.